Un día huí de mi cuerpo balanceándome en la niebla, para dejar de sufrir...respirando.¡Oh, que belleza!, mis manos etéreas se llenaron de mariposas doradas y me sentí Dios en el Edén, jugando a volar con ellas.
Pero vino la nube escarlata, la misma que envuelve mis pulmones con su lluvia de sangre y sus cadenas negras. No escapo nunca de mi sitio.
Sábanas blancas, fría mortaja abrazando el temblor, el sol es una quimera donde yo estoy. No ha sido invitado, no es bien recibido.¡Pobre espíritu!, ni los cantos te consolarán...ni el roze de otra alma.
Solo escapar.
Solo eso sueño...
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