"No soy un hombre que sabe.He sido un hombre que busca, y lo soy aún; pero no busco ya en las estrellas ni en los libros, comienzo a escuchar la enseñanza que mi sangre murmura en mi.

Mi historia no es agradable,no es suave ni armoniosa comolas historias inventadas; sabe a insensatez, y a locura, y a ensueño,como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse mas a si mismos."

Herman Hesse

sábado, 8 de octubre de 2011

ALAS DE MARIPOSA

Esta es una adaptación libre sobre un relato tradicional japonés que he escrito, espero que os guste.




Erase una vez en Japón, hace muchos, muchos años, un hombre humilde, campesino muy trabajador, que en los pocos ratos que tenía libres tomaba sus pinceles y los dedicaba a pintar. Iroshi, que así se llamaba el hombre, tenía el alma de artista y el don en sus manos, pero la vida le había hecho responsable de sacar adelante a una familia así que pocos eran esos momentos en los que se deleitaba con sus pinturas. Iroshi tenía una hija bellísima a la que llamó Dulce, era tan bella que cuando salía a pasear por el campo las flores se abrían a su paso exhalando su perfume y los pájaros detenían su vuelo, se posaban en las ramas de los árboles y regalaban sus trinos a la bella Dulce.

Un día su padre le dijo;

-Hija mía, antes de que muera quisiera plasmar tu belleza con mis pinceles, pero no usaré lienzo ni tela, sino que pediré a todas las mariposas que vea que me dejen sus alas para que allí pinte tu rostro



Y así lo hizo. Durante días y días Iroshi pintó en cientos de alas de mariposa el bello rostro de Dulce. Las mariposas volaban, iban y venían alrededor del pintor y su hija en un espectáculo de colorido y armonía. Cuando Iroshi terminó su labor, se fue a descansar y ya no se volvió a despertar jamás.



Pasaron los días y estando el joven emperador de Japón disfrutando de su jardín vio posar sobre una planta una hermosa mariposa cuyo extraño colorido le llamó la atención. Se acercó sigiloso y observó un buen rato el rostro pintado de la joven mas hermosa que jamás hubiera visto. Enseguida se enamoró perdidamente, mandó a sus guardias que capturaran con cuidado a la mariposa para poder verla con detenimiento. Así lo hicieron. El joven emperador, desde ese día, pasaba horas contemplando ese rostro en las alas ya secas de la mariposa. Su amor no cesaba y comprendiendo que debía de hacer algo al respecto, mandó lo siguiente;



-Quiero que a partir de hoy la guardia salga a buscar por todo el Imperio la dueña de ese retrato. No escatimar esfuerzos porque cuando la encontreis la convertiré en mi esposa y recompensaré con creces vuestra dedicación. Tal es mi deseo.



Los guardias de la corte buscaban por doquier y cuando encontraban a una joven de singular belleza la llevaban hasta el palacio para compararla con la joven del retrato. Ninguna era tan bella, ninguna alcanzaba tal grado de perfección, y así pasaron años hasta que el emperador, cansado ya de la situación, malhumorado y solitario, mandó que las doncellas que aún traidas a la fuerza llegaran hasta el palacio y no fueran la joven de la mariposa, morirían decapitadas.



El pánico se extendió por todo el reino, las familias escondían a sus hijas casaderas, ya fuesen bellas o feas, todos temían el carácter agrio y autoritario del emperador y éste se volvió mas tirano cada día que pasaba. Con la esperanza de que algún día encontraran a la muchacha verdadera, los guardias le seguían llevando doncellas, pero todas corrían la misma suerte.



Pasó el tiempo, el emperador se hizo viejo y permaneció solo y amargado, todos los días contemplaba la frágil mariposa seca y aquel rostro sublime que le había transtornado la vida entera, tan inalcanzable y etéreo como una brisa de aire.



La joven Dulce había permanecido toda su vida en la humilde casa paterna, ajena a todo lo que su belleza había provocado, hasta que un día llegó la noticia de los hechos del palacio y eso le hirió profundamente. Se sintió mal y quiso reparar el mal causado, le dijo a su familia;

  • me voy al palacio del Emperador, tiene que saber que la joven pintada soy yo para que así cesen las muertes inocentes.

Una mañana se presentó sola en el palacio, pidió ver al Emperador y entró en su habitación.



  • Gran Señor, no busqueis mas, yo soy Dulce, la joven pintada en las alas de la mariposa. Mi padre antes de morir dedicó sus últimos días a pintar mi rostro en cientos de ellas que luego partían libres.

El Emperador la contempló largo rato, abrió una ventana y un rayo de luz fue a dar en pleno rostro de Dulce, pero la belleza que antaño había sido de seda y terciopelo ahora estaba poblada de arrugas y vejez.



-No. – contestó el Emperador- Me engañas, tu no puedes ser mi enamorada, tu eres vieja y tu piel está llena de arrugas. Como has querido engañarme te condeno a que mueras igual que las otras que lo han intentado, te cortarán la cabeza hoy mismo.



De nada sirvieron las súplicas de Dulce, los guardias la llevaron al calabozo y al atardecer fue decapitada.

Cuentan que en el mismo instante en que la cabeza de Dulce se separó de su cuello el Emperador sintió tanto dolor en su pecho que lanzó un grito al aire y ese aire hizo volar las alas secas de la mariposa pintada que, hechas polvo dorado, voló por la ventana del palacio perdiéndose para siempre.



Nada en este mundo de las apariencias es real ni perdurable, aún la mas excelente de las virtudes puede ser para otros la mayor de las desgracias, y la mayor muestra de amor puede volverse tiranía en el mundo de los apegos.
Florinda.


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