Él no podía dormir, la noche era oscura especialmente en aquel momento de su desvelo. Si hubiera sonado una música seguro que sería un piano de teclas lejanas. Si hubiera soñado ¡ah, si hubiera soñado!, como muchas otras noches que volaba...y volaba...y volaba.
La última vez que tuvo ese sueño sintió un placer tan grande durante el vuelo que al despertar comprobó que se había mojado.
Mientras alzaba sus brazos hacia el techo de la habitación, tan lejano como negro, intuía que se habría una brecha azul índigo y una luz se movía nerviosa en algún lugar de ese cielo. ¡Y deseó tanto tener alas!, y se borró tanto a sí mismo, desdibujando su cuerpo como acuarela estropeada entre el agua de unas lágrimas, que de su espalda brotaron dos bultos que empujando, empujando se liberaron de la carne y se formaron en alas.
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