Hay soledades antiguas melladas en el alma, fuertes como hierro,
visagras rovelladas que no permiten abrir las puertas de ciertos
rincones.
Son tozudas como mulas y celosas guardianas de tantas emociones calladas.
En cierto modo, nuestra mente es como un gran castillo medieval, con infinidad de pasillos y estancias. Detrás de cada puerta guardamos un trocito de nuestro devenir en este mundo de ilusiones. Cerramos con llave y queremos seguir adelante, como si nada hubiera pasado, como si nunca hubieramos reido o llorado, como si nunca hubieramos amado u odiado.
Somos entonces el rei o la reina, dueños del castillo, paseando nuestra soledad por los pasillos frios con la única compañía de un débil lucecita que, a pesar de todo, no nos abandona y flota a un palmo de nuestra cabeza, rodeándola.
Reyes sin corona, ni séquito ni ejército. Solo una pequeña luz en un gran castillo lleno de puertas secretas. ¿Somos acaso nuestros propios fantasmas?..
Son tozudas como mulas y celosas guardianas de tantas emociones calladas.
En cierto modo, nuestra mente es como un gran castillo medieval, con infinidad de pasillos y estancias. Detrás de cada puerta guardamos un trocito de nuestro devenir en este mundo de ilusiones. Cerramos con llave y queremos seguir adelante, como si nada hubiera pasado, como si nunca hubieramos reido o llorado, como si nunca hubieramos amado u odiado.
Somos entonces el rei o la reina, dueños del castillo, paseando nuestra soledad por los pasillos frios con la única compañía de un débil lucecita que, a pesar de todo, no nos abandona y flota a un palmo de nuestra cabeza, rodeándola.
Reyes sin corona, ni séquito ni ejército. Solo una pequeña luz en un gran castillo lleno de puertas secretas. ¿Somos acaso nuestros propios fantasmas?..
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